Carta 01

1. Presentación.

De un golpe abrí la puerta, y con suave batir de alas, entró un majestuoso cuervo de los santos días idos, sin asomos de reverencia, ni un instante quedo; y con aires de gran señor o de gran dama fue a posarse en el busto de Palas, sobre el dintel de mi puerta. Posado, inmóvil, y nada más.
Entonces, este pájaro de ébano cambió mis tristes fantasías en una sonrisa con el grave y severo decoro del aspecto que ostentaba.
-  Nunca más.

El cuervo. Edgar Allan Poe.
Cada persona posee distintas características, ya sean para bien o para mal. El amor y el odio son, en general, los principales factores para la definición de cada una de estas características personales.
Al nacer, los seres humanos somos como un lienzo en blanco. Podemos tener un fondo pintado con los distintos colores que nos ofrece la naturaleza, nuestros familiares y el entorno mismo.
Yo no fui la excepción.

Mi comienzo fue hace años, cuando con cinco de edad era un pequeño que gustaba de salir a jugar al parque cercano a mi hogar, cuando las risas eran parte de mí, cuando la inocencia era representada con colores tan pacíficos y suaves en el gran lienzo que el destino me proporcionó; pero también, fue entonces cuando ocurrió un suceso que cambiaría mi vida por completo.
Ese día, regresaba de un típico día de juegos entre los arbustos y arboledas del parque; estaba emocionado por el simple hecho de haber cogido una bella rosa con matices escarlata para mí querida progenitora, la mujer que amaba más que a nada. Al llegar a mi hogar, el inmediato silencio me invadió. Estará dormida, pensé, por lo que quise subir a su habitación para sorprenderla con mi obsequio. Pero un rugido, un hórrido graznido me paralizó durante segundos, durante una eternidad,
Al entrar en razón, corrí por las escaleras hasta el segundo piso, de donde provenía tan infernal sonido. Ahí fue cuando el rojo me invadió por completo, cuando desajustó el equilibrio de bondad en tan bello lienzo que comenzaba.
Ella, mi más amada mujer, yacía acostada sobre una manta carmesí tan intensa que arrebataba la belleza de sus lúcidos ojos, piedras tan preciosas. Esa frágil mariposa yacía muerta ante los  pies del asesino, un cuervo con el más negro plumaje que había presenciado en mi corta vida. Y él rió, rió cuan animal salvaje con el más exquisito festín, sin inmutarse ni un poco ante el entonces paralizado recipiente vacío que observaba la escena sin credulidad.
Sus ropas se abrieron a su paso como las imponentes alas negras de una gran bestia llegada desde los mismísimos infiernos y pasó junto a mí. Aquel cuervo poseía ojos con la profundidad de un mar, tan profunda, gélida, oscura y temible que acabaron por ahogarme en medio de una completa tempestad.

Tal como los animales, la sociedad se aprovecha de los más débiles para su vicio o beneficio.
Alguien sugirió en algún momento que los humanos compartimos características animales, y es gracias a la experiencia que me atrevo a secundar esa teoría.
Depredador o presa, elegimos nuestro destino.
Mi vida fue sellada por un depredador, un orgulloso y presuntuoso cuervo que se atrevió a llevarse la vida de una sublime y grácil mariposa. Una ruin bestia carroñera que vive de la muerte de otros, un ser de odio y oscuridad. Hambriento animal sin vergüenza.
Así como del amor nace el odio, de un cuervo surge uno nuevo, dispuesto a cualquier cosa con tal de acabar con su depredador.

La sociedad es un gran ecosistema, en general. El fuerte vive y evoluciona mientras que el débil cae y perece. Las criaturas más peligrosas se encuentran a nuestro alrededor, millones de animales en potencia.
¿Quién soy yo? Bien lo debes saber.
Una bestia oculta en la oscuridad, hambrienta, esperando a su siguiente presa.

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